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la parte de la espalda; luego, en el momento en que retiraba su mano, aplast el traje
contra la fisura. Konski se sentó inmediatamente encima -. Bueno - dijo alegremente -, ya
lo hemos obturado. Ahora no nos queda ms que esperar.
Empec a preguntarle por qu simplemente no se haba sentado sobre la fisura con el
traje puesto; luego me di cuenta de que la parte del traje sobre la que estaba sentado se
deformaba con la aspiración... necesitaba un trozo liso para que sujetara la viscosa
materia de los balones.
- Djeme ver su mano - pidió Knowles.
- No es gran cosa. - Pero Knowles se la examinó de todos modos. Mir y me sent
enfermo. Tena una marca como un estigma en la palma, una rezumante herida
sanguinolenta. Knowles hizo una compresa con su pauelo y utilizamos el mo para
vendarlo.
- Gracias, caballeros - dijo Konski, y luego aadió -: Tenemos que matar el tiempo.
Qu les parece una partidita?
- Con sus cartas? - preguntó Knowles.
- Vamos, seor Knowles! Bueno... no importa. No est bien que los pagadores tengan
que pagar. Hablando de pagar, se da cuenta de que ahora estamos trabajando en baja
presión, seor Knowles?
- Por una diferencia de seiscientos cuarenta gramos?
- Estoy seguro de que el sindicato lo considerar as... dadas las circunstancias.
- Supongamos que soy yo quien se sienta en la grieta.
- Pero la tarifa se aplica tambin a los ayudantes.
- De acuerdo... triple sueldo?
- Eso concuerda ms con su generoso carcter, seor Knowles. Espero que tengamos
una larga y agradable espera.
- Cuan larga cree usted que puede ser, Gordo?
- Bueno, no creo que necesiten ms de una hora, incluso aunque tengan que venir
desde Richardson.
- Hummm... qu le hace creer a usted que nos buscarn?
- En? Es que su oficina no sabe dónde est usted?
- Me temo que no. Les dije que ya no volvera hoy.
Konski pensó en las implicaciones de aquello.
- Yo no he entregado mi tarjeta de horarios. Sabrn que todava estoy dentro.
- Seguro que lo sabrn... maana, cuando su tarjeta no aparezca en mi oficina.
- Hay ese tipo de la puerta. Sabr que somos tres los que estamos aqu dentro.
- Suponiendo que se acuerde de decrselo a su relevo. Y suponiendo que no haya
quedado atrapado dentro tambin.
- S, supongo que s - dijo Konski pensativamente -. Jack... ser mejor que deje de
darle a esta luz. Lo nico que hace es gastar ms oxgeno.
Permanecimos sentados all en la oscuridad durante un largo tiempo, especulando
acerca de lo ocurrido. Konski estaba seguro de que haba sido una explosión; Knowles
deca que le recordaba una ocasión en que haba visto un cohete estrellarse contra el
suelo. Cuando la conversación empezó a languidecer, Konski contó algunas historias. Yo
intent contar tambin una, pero estaba tan nervioso... tan asustado, debera decir... que
fui incapaz de recordar el final. Senta deseos de gritar.
Tras un largo silencio, Konski dijo:
- Jack, dle otra vez a la luz. Se me ocurre algo.
- Qu? - preguntó Knowles.
- Si tuviramos un parche, podra usted ponerse mi traje e ir en busca de ayuda.
- No tenemos oxgeno para el traje.
- Por eso he dicho de ir usted. Es el ms pequeo de los tres... hay suficiente aire
dentro del propio traje como para permitirle llegar a la otra sección.
- Bien... de acuerdo. Pero qu va a utilizar como parche?
- Me sentar encima.
- En?
- Sobre esta enorme, redonda y sonrosada cosa que utilizo para sentarme. Me quitar
los pantalones. Si pongo una de mis nalgas sobre este agujero, seguro que queda
completamente obstruido.
- Pero... No, Gordo, no puede. Mire lo que le ha ocurrido en la mano. Se le producir
una hemorragia por debajo de la piel y estar desangrado antes de que yo regrese.
- Le apuesto dos contra uno a que no... cincuenta, si quiere.
- Y si gano, cómo lo har para cobrarle?
- Es usted muy listo, seor Knowles. Pero mire... tengo dos o tres centmetros de grasa
envolvindome. No sangrar mucho..., mximo me quedar una marca como un fresón,
no ms.
Knowles agitó la cabeza.
- No es necesario. Si no nos movemos mucho, tenemos suficiente aire para varios das.
- No es el aire, seor Knowles. No ha notado que empieza a hacer fro?
Yo lo haba notado, pero no le haba dado importancia. En mi angustia y temor, el sentir
fro me pareca algo de lo ms normal. Ahora empezaba a pensar al respecto. Cuando
perdimos la lnea que nos proporcionaba la energa, tambin perdimos la que nos
proporcionaba el calor. Cada vez hara ms fro, y ms fro... y ms fro.
El seor Knowles tambin se dio cuenta de aquello.
- De acuerdo, Gordo. Vamos con ello.
Me sent sobre el traje mientras Konski se preparaba. Tras quitarse los pantalones,
cogió uno de los balones - testigo, lo reventó y untó con la materia viscosa toda su nalga
derecha. Luego se giró hacia m.
- De acuerdo, muchacho... abandone el nido. - Quitamos rpidamente el improvisado
parche, sin perder mucho aire, aunque la fisura silbaba fuertemente. Se sentó encima -.
Cómodo como un blando sillón, amigos - sonrió.
Knowles se metió apresuradamente en el traje y se fue, llevndose consigo la linterna.
Volvimos a quedarnos en medio de la oscuridad.
Tras un cierto tiempo, o la voz de Konski:
- Hay un juego al que podramos jugar en la oscuridad, Jack. Juega usted al ajedrez?
- Bueno, s... a veces he jugado.
- Es un buen juego. Yo sola jugarlo en la cmara de descompresión, cuando estaba
trabajando bajo el Hudson. Qu le parece a veinte por lado, sólo por darle un poco de
inters?
- Eh? Bueno, de acuerdo. - Hubiera podido decir cien; no me importaba en absoluto.
- Estupendo. Peón de rey a tres rey.
- Oh... peón de rey a cuatro rey.
- Convencional, eh? Me hace recordar a una chica a la que conoc en Hoboken... - Lo
que me contó no tena nada que ver con el ajedrez, aunque probaba que la chica s era
convencional, segn y como se mirara -. Alfil de rey a cuatro alfil de reina. Recurdeme
que le hable tambin de su hermana. Parece que no siempre haba sido pelirroja, aunque
ella quera que la gente creyera que s. As que ella... oh, perdón. Le toca mover a usted.
Intent pensar, pero mi cabeza daba vueltas.
- Peón de reina a tres reina.
- Reina a alfil de tres rey. De todos modos, ella... - siguió hablando, con grandes
detalles. Lo que contaba no era en absoluto nuevo, y dudo de que realmente le hubiera
ocurrido nunca a l, pero me distraa. Sonre, all en las tinieblas -. Es su turno - aadió.
- Oh. - Ya no me acordaba del tablero. Decid enrocar, una maniobra siempre
conveniente al principio del juego -. Caballo de reina a tres alfil de reina.
- Reina toma su peón de alfil rey... y jaque mate. Me debe usted veinte, Jack.
- Eh? Es imposible!
- Quiere que comprobemos los movimientos? - Los comprobamos.
Consegu visualizarlos. Luego dije:
- Me dara de bofetadas! Me ha hecho usted el mate del pastor!
Se echó a rer. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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